sábado, 27 de enero de 2018

Nuestra Señora de Saydnaya

Nuestra segunda visita al valle de Bekaa fue intensa. Antes de salir de Beirut visitamos la tienda de un anticuario y a nuestro regreso paramos el coche en un recodo de la carretera para ver la puesta de sol. Beirut lejana y ruidosa, el sol desapareciendo en el mar que nos conectaba con Barcelona. Siempre, detrás de cada puesta de sol, nos decíamos que al otro lado estaba Barcelona. Y nosotros allá, sacudiéndonos la tristeza que nos dejaban las historias de la guerra cuando volvíamos de visitar el campo de refugiados sirios.

La tienda del anticuario era un laberinto de pisos crujientes y polvorientos. Un caos misteriosamente ordenado donde se acumulaban lámparas, muebles, libros antiguos que habían llegado allí después de la guerra y que quizás venían de Damasco o de Alepo, según nos iba explicando el propietario del negocio. Espejos, alfombras, espadas. Un chico joven que trabajaba en la tienda nos iba siguiendo, atento y discreto. Dejaba olor a incienso a su paso. Cruces de madera, iconos dorados, santos orientales. ¿De verdad nos esperaba fuera el bullicio de la ciudad? Las antigüedades te obligan a andar un poco de puntillas, a tocarlas apenas con las yemas de los dedos como si así pudieras evitar que el tiempo siguiera avanzando, que el polvo lo cubra todo. La lucha eterna, el tiempo, las cenizas de nuestros recuerdos. Cuántos portales a otros mundos detrás de cada objeto...

Rebuscando en una caja de madera encontré un medallón con una imagen de Nuestra Señora de Saydnaya.  Nuestra Señora de Saydanya, no nos abandones en árabe y en inglés.

La ciudad siria de Saydnaya está a un par de horas de Beirut en coche, a unos 35 km de Damasco. Actualmente se la conoce por la prisión militar que Amnistía Internacional ha descrito como un matadero humano. Tortura, sufrimiento, muerte y dolor. La guerra. 

Antes de todo esto se podía visitar el monasterio cristiano que hizo construir el emperador Justiniano después de que se le apareciera la Virgen en forma de gacela, en el año 547 d.C. Fue un lugar de peregrinación desde los tiempos de las Cruzadas. El muchacho que olía a incienso me explicó que tanto los cristianos como los musulmanes visitaban el monasterio y rezaban a la Virgen. Antes de la guerra, antes de que Saydnaya fuera una lugar de tortura y sufrimiento. Nuestra Señora de Saydnaya, no nos abandones.

Rozo el medallón con la punta de los dedos, temerosa de activar no sé qué memorias de tiempo y cenizas. Polvo de estrellas. ¿De qué peregrino fue antes de ser mío? Se acumulan las plegarias antiguas como espadas, alfombras, espejos, libros, cruces doradas, santos descoloridos. 

Beirut seguía intacta cuando salimos de la tienda. Nos esperaba impaciente en el momento exacto de comenzar una nueva historia. Como siempre.


 



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